22 enero 2010

Respuesta a Magaly Pineda, a propósito de nuestro reciente intercambio de puntos de vista, sobre la situación Domínico-Haitiana.

Mao(Tse Tung) tenía mucha razón, en esa y otras aseveraciones.
Juzgan erradamente, quienes creen que las personas que piensan del modo en que lo hago yo, en lo referente al tema Domínico-Haitiano, lo hacen amparadas en un sentimiento de odio, racismo y/o xenofobia, hacia los ciudadanos vecinos. Aunque entiendo que hay de todo en la viña del señor, y no dudo que habrán personas que alberguen sentimientos mezquinos contra dichos habitantes.
Tengo casi certeza, de que no hay un sólo Dominicano, que no tenga algún tipo de relación, con al menos un ciudadano del vecino país; yo no soy la excepción que confirma la regla. En mis años universitarios tuve la oportunidad de compartir con muchos haitianos, tanto residentes permanentes de Haití como pertenecientes a la diáspora; y pude cultivar sólidos y profundos lazos de amistad con algunos de ellos, tanto, que las relaciones se conservan hasta nuestros días, a más de 20 años de distancia de su surgimiento. No obstante, no puedo tamizar a través de los sentimientos, ninguna de las realidades (de cualquier índole) que acontezcan en mi entorno, sea que éstas me afecten de modo particular, o como parte del colectivo de nuestro país, o del continente, o del mundo; pues estaría haciendo un ejercicio de subjetividad que en modo alguno sería beneficioso; más bien invalidaría cualquier conclusión a la que pudiera arribar bajo esos términos.
La realidad que yo percibo, es diametralmente opuesta, en varios aspectos, a la que advierto que tienes, en lo atinente a la problemática Domínico-Haitiana. Comencemos por decir que los siameses son gemelos idénticos, formados por la división (incompleta) de un cigoto; es decir, ambos comparten al 100% el material genético. Es una especie de clonación natural, sin intervención humana. Esto hace que tu símil sea impreciso. No creo que existan dos pueblos TAN distintos como el Dominicano y el Haitiano, compartiendo tan exiguo pedazo de tierra. Existe una abrumadora diferencia en los aspectos culturales, idiomáticos y socio económicos entre ambos países.
Mi reticencia ante esta problemática, se cimienta en la preocupación/recelo que se genera, casi sin excepción, entre ciudadanos de países que comparten frontera, cuando, como en el caso que nos ocupa, hay diferencias económicas tan grandes, que indefectiblemente se produce un éxodo masivo de habitantes, desde las zonas más depauperadas, a las menos empobrecidas, en un efecto de "ósmosis inversa". Esa es la historia que se repite entre venezolanos y colombianos, estadounidenses y mexicanos, costarricenses y nicaraguenses, albaneses e italianos, españoles y sub saharianos etc etc etc.


Seamos objetivos, nuestro país no tiene condiciones económicas para soportar la incuantificable carga que implica recibir decenas de miles de inmigrantes indocumentados, carenciados en todos los aspectos; pues no hay recursos en nuestro magro presupuesto, ni siquiera para solventar nuestras necesidades más perentorias. No comprendo la dificultad que supone entender algo tan simple, como el hecho de que no podemos desamparar a los ciudadanos de este país, únicos dueños del erario público que generan con sus impuestos; para cobijar a extranjeros indocumentados, sea cual fuere su nacionalidad. Qué de justicia/patriotismo hay en desvestir nuestros santos, para vestir los ajenos? Primero pensemos en solucionar nuestros problemas, luego socorramos a los demás.

El problema económico de Haití, tiene su origen en décadas de saqueos, intervenciones extranjeras, administraciones ineficientes y corruptas........Realmente es conveniente que su situación mejore sustancialmente, para que ese bienestar también repercuta positivamente aquí; pero es a las naciones ricas, que tienen una deuda histórica secular con el vecino país, a las que les corresponde colaborar para llevar a buen término esas transformaciones. La cooperación de nuestra nación, enmarcada dentro de la política de "buen vecino" debe limitarse a actuar como facilitadora de esos cambios.

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