02 octubre 2011

A propósito de la movilización ciudadana que suscitó la creciente ola de violencia que asola, casi sin excepción, a todos los rincones del país, cuya primera fase culminó ayer con la concentración de cientos de personas protestando en un parque del polígono central.


Es pertinente hacer un alto, para reflexionar objetivamente sobre un fenómeno que, hasta hace relativamente poco tiempo, era prácticamente desconocido por nosotr@s.

Mirando retrospectivamente, no muy lejos en el tiempo, logro ver un país seguro, en el que podíamos vivir sin sobresaltos.


En efecto, hace tan sólo 12 años, le comenté a alguien en Brasil, que en términos de violencia urbana, nuestra nación era un jardín de infancia. Al llegar aquí, después de vivir en aquel país por varios años, percibí que había adoptado actitudes propias de quien había permanecido en un territorio donde la delincuencia siempre está al acecho.

Tomó un tiempo desmontar todos los mecanismos de defensa interiorizados, pues en los noventa, aquí aún no eran necesarios. Hoy sin embargo, comprendo perfectamente la actitud mostrada por un transeúnte, a mediados de esa década, en Santa fe de Bogotá : Una mezcla de desconfianza y pánico reflejada en su rostro, ante el acercamiento de un extraño que solicitaba información. Es la conducta que se repite, cada vez con más frecuencia, entre nosotros.


El rostro de esta forma de violencia asomó al espacio público dominicano, antes de que finalizara el siglo pasado. Inicialmente aparecía de forma esporádica y con cierta timidez. Hoy se manifiesta de manera abierta, desenfrenada, casi provocativa e indefectiblemente aterrorizante.


La violencia tiene muchas formas de manifestarse y muchos protagonistas. Es muy ingenuo, cómodo y peligroso, circunscribir el calificativo de delincuente a un grupo reducido de la sociedad, tal como políticos, militares y las clases de bajo poder adquisitivo. Sería como inferir que todos los que no pertenecen a cualquiera de estos tres estamentos, es gente impoluta, que vive apegada a los cánones de la ley....Cuando lo cierto es que prácticamente TODOS, por acción u omisión, somos corresponsables del estado de descomposición que vive hoy nuestro país.


Los políticos, que llegan a los puestos de mando, no porque tienen vocación de servicio, sino por el interés de saciar sus apetencias personales. Estos han actuado secularmente de espaldas a los intereses del pueblo que los elige, cometiendo cualquier cantidad de tropelías y son cada vez más proclives a favorecer las brutales políticas neoliberales.

Parte importante de la clase empresarial dominicana, que envilecida por sus ilimitadas ambiciones mercuriales, medra a costa de la explotación despiadada de los obreros, a quienes entrega salarios de miseria y como si no bastara, retiene impuestos que deberían engrosar el erario público, declarando ganancias ínfimas, a través de estados financieros arreglados. Egoistas e irresponsables sectores de poder económico.


Los militares, muchos de los cuales abusan de su poder omnímodo, delinquiendo a la sombra de una impunidad que no parece tener fin.


También una parte considerable del pueblo, de todos los extractos sociales, que ha sido anuente o partícipe de prácticas delictivas de diferentes gradaciones. Algunas de éstas tan simples, que pasan desapercibidas, pero que van deteriorando los valores morales de la población.


Toda acción provoca una reacción de igual o mayor intensidad. La escalada delictiva que ha estado padeciendo el país en los últimos años, no es otra cosa que la respuesta que las clases más depauperadas han estado dando a la permanente violencia que se ejerce en su contra, ante el desconocimiento y/o la indiferencia de la mayoría.


Ellos son violentados cuando:


1-No pueden acceder a una educación de calidad

2-Carecen de atención adecuada en salud

3-No tienen fuentes de trabajo, u obtienen trabajos mal remunerados

4-Les falta techo y alimentos

5-Son penalizados por delitos menores, mientras los usurpadores de los bienes muebles e inmuebles del pueblo, enajenadores de enormes fortunas, verdaderos delincuentes, permanecen impunes

6-Son testigos de la opulencia descarada, muchas veces de dudosa procedencia, que muchos exhiben sin sonrojos

7-Son vejados y marginados por su condición de pobreza....Etc etc


El listado de generadores de violencia es extenso, estos son sólo unos pocos, sin embargo, quienes se han manifestado en defensa de los derechos de ellos?

Nadie puede ser obligado a ser objeto de agresiones y permanecer impávido.


Hasta ahora podemos decir que las manifestaciones han sido aisladas, aunque ha habido un aumento progresivo de las mismas.

Detengamos ahora que estamos a tiempo, la acentuación de la violencia. Evitemos dar malos ejemplos de enriquecimiento ilícito, de dinero fácil, de impunidad ante la corrupción. Exijamos un estado responsable, justo, actuante y gobiernos incorruptibles.


Si no se generan cambios profundos, que restablezcan los valores perdidos, que mejoren las condiciones de vida de las clases desposeídas, que fortalezcan la institucionalidad, dando paso a un verdadero estado de derecho e igualdad, habrá una intensificación del ensañamiento y las consecuencias serán imprevisibles.


La desesperación de las masas que han sido dejadas a la deriva, puede convertirse en el detonante de una ola de violencia generalizada, que provoque una destrucción similar a la que produce una plaga de langostas en los cultivos.

Por el camino que vamos, estamos afilando cuchillo para nuestras propias gargantas. Urge que haya justicia social.